Esta sesión está dedicada a tu compi de piso. Al que te roba el sofá cuando no estás en casa (y cuando estás también). A ese ser de cuatro patas (o dos, o seis) que te tiene el corazón ganado desde que arañó la mesita de noche, mordió tus calcetines o se comió la cena cuando no mirabas. Porque los pelos en la ropa nunca importaron tan poco. Porque la vida sin ellos no tiene tanto sentido.